Que si el Papa votaría a Trump, que si el uso incorrecto de los correos electrónicos de Clinton, que si Obama nació en Kenia o que si Hillary vendió armas al Estado Islámico. Son noticias falsas y manipuladas amplificadas por las redes sociales durante la campaña a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos que pudieron dar la victoria al republicano Donald Trump.
Hackers rusos filtraron datos que dañaron a la campaña de Clinton. Así lo anunciaron los servicios de inteligencia estadounidenses y con un “creo que fue Rusia” lo ha admitido Trump en su primera rueda de prensa tras haber sido elegido presidente. Para la propia CIA esta acción está alentada por la amistad entre el magnate y el presidente ruso Vladimir Putin.
El presidente electo no ha dejado de burlarse de la CIA y el FBI desde que salieron a la luz estas acusaciones creando un enfrentamiento directo. Resulta curioso que Trump use precisamente su cuenta de Twitter para hacerlo, como ya es habitual en él.
No se puede negar que los medios sociales han tenido un papel crucial en estas elecciones, que cada vez más se convierten en un arma política y que permiten que cualquier mensaje llegue a millones de personas con infinitas posibilidades. Ahora que el mundo está más conectado que nunca las redes sociales y las estrategias digitales deben de ser utilizadas de manera eficaz e inteligente.
El equipo republicano lo hizo muy bien. Trump invirtió 90 millones de dólares en las redes sociales para hacer llegar su mensaje frente a los 30 de Clinton. De hecho, ésta gastó en anuncios de televisión más de 200 millones de dólares, el doble que el magnate, lo que se vio reflejado en las urnas (aunque ganó en votos no consiguió la presidencia). De nada le sirvió al equipo demócrata su experiencia en 2008 cuando Barack Obama ganó las elecciones gracias principalmente a su campaña en las redes sociales.
El 44 por ciento de los estadounidenses usa el Facebook como primera fuente de noticias, según una encuesta del Pew Center, a la que le siguen Google y Twitter. Por eso cunden las acusaciones sobre la desinformación y el “contagio emocional” que ésta pudo provocar en los electores, sobre todo en los latinos.
Mucho se ha especulado sobre la importancia del voto latino en estas elecciones. Gracias al trabajo realizado entre organizaciones latinas no gubernamentales, asociaciones sin ánimo de lucro o páginas web en español, junto con agencias digitales prestigiosas, se consiguió que más de 13 millones de votantes latinos fueran a las urnas superando todos los récords.
¿Y cómo lo hicieron posible? Pues teniendo en cuenta su país de origen para conocer sus gustos y mostrándoles la información más adecuada, de manera segmentada, cada vez que navegaban por Internet. Plataformas como Facebook y Twitter lo hacen a partir de bases de datos seccionadas y divididas previamente. Así, el mensaje (la importancia del voto latino en estas elecciones) llegó a la mayoría de ellos y como consecuencia éstos fueron a las urnas.
Un estudio de la Universidad de California del Sur ha detectado que en estas elecciones el 20 por ciento de los tuits políticos, a favor o en contra de Trump o Hillary, salían de programas no humanos de origen desconocido. Ante esta difusión de información propagandística errónea la red social Facebook se ha querido defender y ya ha puesto en marcha un plan para detectar noticias falsas y frenar su proliferación.
No podemos confirmar que Donald Trump sea presidente electo gracias a las redes sociales pero… ¿cuántos votantes se leyeron los programas electorales de ambos candidatos? ¿Por qué le llamamos a él Trump (apellido) y no Donald (nombre) y a ella al revés, Hillary y no Clinton? ¿Por qué si buscábamos en Google sus nombres, antes de las elecciones, para él nos salían cargos como director, ministro, presidente y para ella donna, chica o auditor? Juzguen ustedes mismos…